Con motivo del día mundial del Glaucoma, celebrado el pasado 12 de marzo, hoy os queremos hablar un poco más sobre esta patología. Seguramente hayáis escuchado muchas veces que la tensión ocular está directamente relacionada con el glaucoma pero, ¿sabéis porque es así? Os lo contamos…
En la parte anterior del ojo, justo por detrás del iris, se encuentra el humor acuoso, un líquido que nutre a la córnea y al cristalino y que circula a través de un tejido poroso (llamado malla trabecular), renovándose 12 veces al día.
Pues bien, si se produce alguna alteración en dicho drenaje, la presión intraocular puede aumentar llegando a producir daños a nivel del nervio óptico y dando lugar a lo que conocemos como glaucoma.
La consecuencia más grave de esta enfermedad es la pérdida progresiva de campo visual. En fases iniciales los pacientes no tienen síntomas, de ahí que se conozca como la “ceguera silenciosa”, pero en su fase más avanzada puede afectar a la visión central, y el daño en las fibras del nervio óptico es irreversible, llegando a la ceguera.
Para que lo entendáis mejor, imaginaros al nervio óptico como un cable eléctrico formado por millones de alambres pequeños. Cuando estos “alambres” o fibras nerviosas mueren, se desarrollan puntos ciegos en la visión. Al principio puede que no se perciban, pero a mayor número de fibras perdida mayor es la pérdida de visión.
Debéis tener en cuenta los factores pre disponentes para desarrollar glaucoma: presión intraocular elevada, edad avanzada, antecedentes familiares, raza africana / latina, diabetes tipo 2, miopía elevada o tensión arterial baja.
Recordemos que el glaucoma es la segunda causa de ceguera a nivel mundial y según la Sociedad Española del Glaucoma, afecta a más de un 3% de la población. Por ello, la prevención, el diagnóstico precoz y un correcto seguimiento del tratamiento son imprescindibles.
Controla tu tensión ocular de forma periódica y realiza un estudio de fondo de ojo una vez al año. Ayúdanos a cuidar de tu salud visual.